Reflexiones Jorge Bucay

viernes, 22 de enero de 2010

Cuento sin U

Caminaba distraídamente por el camino y de pronto lo vio.

Allí estaba el imponente espejo de mano, al costado del sendero, Como esperándolo.
Se acercó, lo alzó y se miró en él.
Se vio bien.
No se vio tan joven , pero los años habían sido bastante bondadosos con él.
Sin embargo, había algo desagradable en la imagen de sí mismo.
Cierta rigidez en los gestos lo conectaba con los aspectos más agrios de la propia historia:
La bronca,
el desprecio,
la agresión,
el abandono,
la soledad.
Sintió la tentación de llevárselo, pero rápidamente desechó esa idea.
Ya había bastantes cosas desagradables en el planeta para cargar con otra más.
Decidió irse y olvidar para siempre ese camino y ese espejo insolente.
Caminó por horas tratando de vencer la tentación de volver atrás hacia el espejo. Ese misterioso objeto lo atraía como los imanes atraen a los metales.
Resistió y aceleró el paso.
Tarareaba canciones infantiles para no pensar en esa imagen horrible de sí mismo.
Corriendo, llegó a la casa donde había vivido desde siempre, se metió vestido en la cama y se tapó la cabeza con las sábanas.
Ya no veía el exterior, ni el sendero, ni el espejo, ni la imagen de él mismo reflejada en el espejo; pero no podía evitar la memoria de esa imagen:
la del resentimiento,
la del dolor,
la de la soledad,
la del desamor,
la del miedo,
la del menosprecio.
Había ciertas cosas indecibles e impensables....
....Pero él sabía donde había empezado todo esto.
Empezó esa tarde, hacía treinta y tres años...
El niño estaba tendido, llorando frente al lago el dolor del maltrato de los otros.
Esa tarde, el niño decidió borrar, para siempre, la letra del alfabeto.
Esa letra.
Esa.
La letra necesaria para nombrar al otro si está presente.
La letra imprescindible para hablarle a los demás, al dirigirles la palabra.
Sin manera de nombrarlos dejarían de ser deseados...
y entonces no había motivo para sentirlos necesarios....
se sentiría, por fin, libre......
EPILOGO:
Escribiendo sin "U"
puedo hablar hasta el cansancio de mí,
de lo mío, del yo,
de lo que tengo,
de lo que me pertenece...
Hasta puedo escribir de él,
de ellos
y de los otros.
Pero sin "U"
no puedo hablar de ustedes,
del tú,
de lo vuestro.
No puedo hablar de lo suyo,
de lo tuyo,
ni siquiera de lo nuestro.
Así me pasa....
A veces pierdo la "U"....
y dejo de poder hablarte,
pensarte, amarte, decirte.
Sin "U", yo me quedo pero tú desapareces...
Y sin poder nombrarte,
¿cómo podría disfrutarte?.
Como en el cuento... si tú no existes,
me condeno a ver lo peor de mí mismo
reflejándose eternamente,
en el mismo
mismísimo
estúpido
espejo.


Jorge Bucay

Juan Sinpiernas

Juan Sinpiernas era un hombre que trabajaba como leñador.
Un día Juan compró una sierra eléctrica pensando que esto aligeraría mucho su trabajo.
La idea hubiera sido muy feliz si él hubiera tenido la precaución de aprender a manejar primero la sierra, pero no lo hizo.
Una mañana mientras trabajaba en el bosque, el aullido de un lobo hizo que el leñador se descuidara... La sierra eléctrica se deslizó entre sus manos y Juan se accidentó hiriéndose de gravedad en las dos piernas.
Nada pudieron hacer los médicos para salvarlas, así que Juan Sinpiernas, como si fuera víctima de la profética determinación de su nombre, quedó definitivamente postrado en un sillón por el resto de su vida.
Juan estuvo deprimido durante meses por el accidente y después de un año, pareció que poco a poco empezaba a mejorar.
No obstante, algo conspiró contra su recuperación psíquica e imprevistamente, Juan volvió a caer en una profunda e increíble depresión.
Los médicos lo derivaron a psiquiatría.
Juansinpiernas, después de una pequeña resistencia, hizo la consulta.
El psiquiatra era amable y contenedor. Juan se sintió en confianza rápidamente y le contó sucintamente los hechos que derivaron en su estado de ánimo.
El psiquiatra le dijo que comprendía se depresión. La pérdida de las piernas -dijo- era realmente un motivo muy genuino para su angustia.
- Es que no es eso, doctor -dijo Juan- mi depresión no tiene que ver con la pérdida de las piernas. No es la discapacidad lo que más me molesta. Lo que más me duele es el cambio que ha tenido la relación con mis amigos.
El psiquiatra abrió los ojos y se quedó mirándolo, esperando que Juan Sinpiernas completara su idea.
- Antes del accidente mis amigos que me venían a buscar todos los viernes para ir a bailar. Una o dos veces a la semana nos reuníamos a chapotear en el río y hacer carreras a nado. Hasta días antes de mi operación algunos de los amigos salíamos los domingos de mañana a correr por la avenida costanera. Sin embargo, parece que por el sólo hecho de haber sufrido el accidente, no sólo he perdido las piernas, sino que he perdido además las ganas de mis amigos de compartir cosas conmigo. Ninguno de ellos me ha vuelto a invitar desde entonces.
El psiquiatra lo miró y se sonrió...
Le costaba creer que Juan Sinpiernas no estuviera entendiendo lo absurdo de su planteo...
No obstante, el psiquiatra decidió explicarle claramente lo que pasaba. El sabía mejor que nadie que la mente tiene resortes tan especiales que pueden hacer que uno se vuelva incapaz de entender lo que es evidente y obvio.
El psiquiatra le explicó a Juan Sinpiernas que sus amigos no lo estaban evitando por desamor o rechazo. Aunque fuera doloroso, el accidente había modificado la realidad. Le gustara o no, él ya no era el compañero de elección para hacer esas mismas cosas que antes compartían...
-Pero Dr. -interrumpió Juan Sinpiernas- yo sé que puedo nadar, correr y hasta bailar. Por suerte, pude aprender a mejorar mi silla de ruedas y sé que nada de eso me está vedado...
El doctor lo serenó y siguió su razonamiento: Por supuesto que no había nada en contra de que él siguiera haciendo las mismas cosas, es más, era importantísimo que siguiera haciéndolas. Simplemente, era difícil seguir pretendiendo compartirlas con sus relaciones de entonces.
El psiquiatra le explicó a Juan que en realidad él podía nadar, pero tenía que competir con quienes tenían su misma dificultad... que podía ir a bailar, pero en clubes y con otros a quienes también les faltara las piernas... podía salir a entrenarse por la costanera, pero debía aprender a hacerlo con otros discapacitados.
Juan debía entender que sus amigos no estarían con él ahora como antes, porque ahora las condiciones entre él y ellos eran diferentes....
Ya no eran sus pares.
Para poder hacer estas cosas que él deseaba hacer y otras más, era mejor acostumbrarse a hacerlo con sus iguales. Tenía, entonces, que dedicar su energía a fabricar nuevas relaciones con pares.
Juan sintió que un velo se descorría dentro de su mente y esa sensación lo serenó.
-Es difícil explicarle cuanto le agradezco su ayuda, doctor - dijo Juan - Vine casi forzado por sus colegas pero ahora comprendo que tenía razón... He entendido su mensaje y le aseguro que seguiré sus consejos, doctor. Muchas gracias ha sido realmente útil venir a la consulta.
-Nuevas relaciones con pares. - Se repitió Juan para no olvidarlo.
Y entonces Juan Sinpiernas salió del consultorio del psiquiatra, y volvió a su casa...
y puso en condiciones su sierra eléctrica...
Planeaba cortarles las piernas a algunos de sus amigos, y "fabricar" así.... algunos pares.

Jorge Bucay

sábado, 12 de diciembre de 2009

Rosa Barocio

Se interesa y profundiza en temas relacionados con la educación y el desarrollo humano. Es licenciada en educación preescolar, diplomada en educación Montessori
y diplomada en educación Waldorf.

Pudes contactarla en http://www.rosabarocio.com/


miércoles, 6 de mayo de 2009

Instrucciones para dar cuerda a un reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Julio Cortázar, Cuentos Completos 1996.

La pricesa que creía en los cuentos de hadas

Criada por un rey y una reina estrictos e inflexibles, la delicada Victoria creció soñando que algún día sería rescatada por un príncipe encantador tal y como ocurre en los cuentos de hadas.
Pero cuando es rescatada las cosas no suceden como tenía previsto y el príncipe deja de ser encantador...
Para la princesa su gloria tenía un sabor agridulce pues su preocupación era el príncipe y su principal objetivo encontrar la forma de ayudarle. Sin embargo, no hacer nada era algo que todavía no había intentado. No hacer nada y no decir nada, no dar explicaciones, no defenderse, no poner las cosas en orden, no amenazar, no preocuparse, no pasarse noches en vela pensando, planeando y calculando. Al no hacer nada... en realidad estaba haciendo algo al alejarse del lado del príncipe. La única persona que podía hacer magia en el príncipe ... era el príncipe mismo... y la felicidad de la princesa no debía depender de si podía o no cambiar el príncipe... sino de su propia elección de ser feliz.
La princesa aprendió que las palabras pueden hacer tanto daño como los puños y que debía mantenerse alejada de las discusiones acaloradas y de los silencios cortantes. Se imaginaba que tenía la boca tapada con un esparadrapo cada vez que debía recordar no intervenir. Y se repetía continuamente "para que cambien las cosas, debo cambiar yo primero". Y practicaba al máximo su habilidad para sonreír ante los demás aunque no tuviera ganas, repitiéndose a sí misma "La felicidad es una elección. Una vez que se ha hecho la elección, debo practicar la felicidad lo mejor que sepa, aunque tenga que fingir hasta que lo consiga". Las acciones originan pensamientos, y éstos a su vez, condicionan nuestros sentimientos.
Dado que si uno sigue haciendo lo que siempre ha hecho no consigue más de lo que ha conseguido hasta entonces, la princesa, siguiendo el consejo de un sabio búho, decidió emprender un emocionante viaje por el Camino de la Verdad.
Allí aprendió que es mejor ceder que rendirse. Uno se rinde ante la desesperación y cede a la aceptación de las cosas que no se pueden cambiar. Uno siempre elige, pero cambiar a los demás no es una elección. Se puede elegir no reaccionar ante lo que otro dice o hace, aceptando que, con toda seguridad, va a seguir diciendo y haciendo lo mismo.
La princesa entendió que seguiría sintiéndose agotada, nerviosa y enfadada hasta que decidiera si quería quedarse o marcharse y consiguiera estar en paz con la elección que hubiera tomado. El amor debe hacer a uno sentirse bien, si no, no es amor. Si se siente dolor muchas más veces que felicidad, no es amor. Es algo más que te obliga a estar encerrada en tu propia cárcel, incapaz de ver que la puerta hacia la libertad está delante de ti abierta de par en par. Uno no ve lo que no está dispuesto a ver. Y nunca se puede aprender la verdad en boca de los demás. Cada uno debe descubrirla por sí mismo.
La princesa sentía que cada paso por el Camino de la Verdad la alejaba más de su amado príncipe y de todo lo que había conocido, pero el búho insistía en que aunque lo resultara difícil creerlo entonces, podía volver a tener ilusión por muchas cosas.... pues cuanto más se sufre, más oportunidades se poseen para tener una vida maravillosa.
Algunas personas tienen que llegar a tocar fondo para que quieran aprender a salvarse. La habilidad para hacer lo que es mejor aunque no coincida con lo que uno quiere, es un signo de madurez. La vida no viene con certificado de garantía. Se puede aprovechar una oportunidad o dejarla pasar. La única seguridad que existe es la de saber que uno puede cuidarse de sí mismo. El humor hace que el aprendizaje sea más fácil. El desconfiar de nuestra capacidad nos impide avanzar. Mantener la mente tranquila en medio de la turbulencia es una lección difícil de aprender y muy importante. Hay que concentrarse en lo que uno puede hacer en vez de prestar atención a lo que uno no puede conseguir... El miedo y la duda nos impiden ver la realidad.
La princesa aprendió que debía saber escuchar a su corazón, respirar a fondo varias veces mandando mensajes positivos a su mente y a su cuerpo para que se relajaran. Si se confía en la idea de otra persona para elegir nuestro camino, así es en realidad, como nos llegamos a perder. Se dio cuenta de que la mayor parte de su vida había estado pidiendo a los demás su opinión y de que se había sentido nerviosa a la hora de tomar una decisión por miedo a cometer un error.
Uno se convierte en víctima de víctimas cuando la necesidad de ser amado eclipsa la necesidad de ser respetado. Cuando uno deja que los juicios de los demás sean más importante que los suyos, está despreciando su propio poder.
La princesa descubrió que cada día es una nueva oportunidad para ser como uno quiere ser y para que la vida de uno sea como uno quiere que sea. Que en cada relación y en cada experiencia se nos ofrece el regalo de conocernos mejor y aprender. Que el dolor es mejor maestro que el placer ya que de las experiencias dolorosas emana la sabiduría que hace la vida más completa, más rica... y más fácil. El sufrimiento puede ensanchar el corazón y dejar más sitio para el amor y la alegría.
La princesa aprendió a apreciar su sensibilidad ya que es lo que abre la puerta a los placeres del universo. A aceptar sus miedos pues son los que la retaron para desarrollar la fuerza y el coraje.
Y se convenció de que la verdadera felicidad surge del interior de cada uno de nosotros cuando conocemos la verdad de las cosas. Entendió que el amor verdadero significa libertad y crecimiento antes que posesión y limitaciones; que es sinónimo de paz no de confusión, también de seguridad en vez de miedo, que significa entendimiento, lealtad, estímulo, compromiso, conexión y respeto. El amor verdadero significa aceptar los desacuerdos como amigos y compañeros de equipo y no como adversarios o rivales, pues el auténtico amor no consiste en luchar o en ganar, y tampoco significa degradación, crueldad, ataque o violencia. Hace de tu hogar tu palacio, no tu prisión.
La princesa se preguntó por qué durante tanto tiempo había estado deseando un príncipe y por qué, de hecho, muchas veces había sentido que no era nada si no tenia uno a su lado. Tras recorrer el Camino de la Verdad se dio cuenta de que antes necesitó amar para sentirse bien, y que ahora, podía elegir amar porque se sentía bien. Y llegó a la conclusión de que en los cuentos de hadas de la vida real se puede ser feliz... con o sin príncipe.
(Resumen del libro de Marcia Grad)

Adelaida Delgado.

miércoles, 8 de abril de 2009

Dame tu mano

Dame tu mano
Carguemos juntos lo pesado
Estoy de tu lado
Soy un apoyo, soy tu aliado.

Quiero cuidarte
Abrirte el cielo entre mis brazos
Y levantarte
Cuando te hayas derrumbado.

Dame tu mano
Si te sientes afligida
Dame tu mano
Si no encuentras la salida.

Dame tu mano
Ven, apóyate en mi hombro
Dame tu mano
Dibujemos juntos la felicidad.

Dame tu mano
Deja el dolor en el pasado
Estoy de tu lado
Ven y comparte lo guardado.

Quiero cuidarte
Abrirte el cielo entre tus brazos
Y levantarte
Cuando te hayas derrumbado.

Dame tu mano
Si te sientes afligida
Dame tu mano
Si no encuentras la salida.

Dame tu mano
Ven, apóyate en mi hombro
Dame tu mano
Dibujemos juntos la felicidad.

Una luz encenderá la oscuridad
La confianza que has perdido, volverá.

Dame tu mano
Si no encuentras la salida
Dame tu mano
Ven, apóyate en mi hombro.

Dame tu mano
Dibujemos juntos la felicidad.

Dame tu mano.